jueves, 30 de agosto de 2012

Hace 50 años, el Santos de Pelé daba origen a su leyenda al ganar la Copa Libertadores ante Peñarol.

 

santosHace 50 años, Pelé ya era doble campeón del mundo. Ya había arrancado miradas de estupefacción en Suecia 1958 con su juego de adolescente. Ya había vivido el drama de lesionarse al principio de la campaña brasileña del bicampeonato en 1962. Pelé, entonces, ya era Pelé. Pero "el Santos de Pelé" -esa institución adyacente a la que estuvo ligado durante casi dos décadas- aún no era "el Santos de Pelé". Al menos no lo era más allá de las fronteras Brasil. Sólo empezó a serlo aquel 30 de agosto de 1962 en Buenos Aires.

El Santos Futebol Clube, a la sazón, ya tenía en el número 10 a su gran astro y, como él, venía de conquistar una Copa de Brasil (1961), un Torneo Río-Sao Paulo (1959) y tres Campeonatos Paulistas (1958, 1960 y 1961). Gilmar, Lima, Mauro, Zito, Calvet, Dalmo, Dorval, Mengálvio, Coutinho, Pelé y Pepe conformaban una alineación que se sabían de memoria todos los aficionados. En Brasil, queremos decir. Faltaba dar el primer gran paso para que el mito fuera reverenciado también en el extranjero: la consagración en la Copa Libertadores de América.

La expectativa general era que la victoria santista en el encuentro de ida de la final de la Libertadores de 1962 sería suficiente para adjudicarse el título inédito: con dos goles de Coutinho, el Pez se había comido por 2-1 al Peñarol en el estadio Centenario de Montevideo. Sólo que Alberto Spencer tenía otros planes. En Villa Belmiro, el ecuatoriano acertó dos dianas que sirvieron al Peñarol para dar la vuelta al marcador agregado: un 3-2 que, según el reglamento, obligaba a ambos equipos a entablar un tercer y decisivo encuentro en terreno neutral, el Monumental de Núñez de Buenos Aires.

De aquí a la eternidad
Había llegado la hora de que el Santos fuera el Santos, incluso con un Pelé aún receloso por su reciente lesión muscular, que sólo le permitió jugar dos partidos de la Copa Mundial de la FIFA Chile 1962. Porque si bien es verdad que se trataba del Santos de Pelé, lo cierto es que no era exclusivamente suyo. Prueba de ello es que, a los 11 minutos del saque inicial, quien tranquilizó los ánimos del conjunto brasileño fue Coutinho, en una jugada individual: el dorsal número 9 regateó a tres contrarios,  descerrajó un tiro cruzado y, en su intento de despeje, Omar Caetano acabó introduciendo el esférico en su propia portería. Por detrás en el marcador, el aguerrido Peñarol reaccionó, y Spencer estrelló un balón en el larguero de Gilmar dos Santos Neves poco antes del descanso. La presión de los charrúas, sin embargo, no dio frutos, y eso fue determinante.

A los tres minutos de la reanudación, Pelé sufrió una entrada en el área rival después de una pared entre Dorval y Pepe. Su potente disparo en el saque de la falta subió el 2-0 al marcador y desconcertó completamente a los uruguayos. El final del encuentro fue apoteósico. Ya en el tiempo añadido, con la fiesta a punto de reventar, Pelé controló otra pelota en el área y asestó el 3-0. No hubo tiempo para que el árbitro holandés Leo Horn pitara el saque de centro.

Fue como si Horn se percatara entonces de la trascendencia del momento, porque se metió el balón debajo del brazo y no lo soltó hasta que llegó a Holanda. Fue así, con ese gol de Pelé, como acabó aquel partido y dio comienzo una nueva era para el Santos. Los Alvinegros conquistaron América y se aprestaron para, semanas después, enfrentarse al Benfica y escalar hasta la cima del mundo.

 

FUENTE: FIFA.COM

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